viernes, 28 de enero de 2022

Misma ciudad, otros ojos

 Volví a la ciudad donde nací, crecí, me enamoré (del fútbol y mi esposa), me gradué, me casé, y me emborraché, y me emborraché, y me emborraché, y me emborraché, y me emborraché, y me emborraché... y etcétera.

Mi 1er sensación es que es como si nunca me hubiese ido, hace 5 años había un edificio a medio hacer, y sigue a medio hacer, los carros son los mismos de hace 5 años, solo unos pocos nuevos autos chinos. No, no vi los Ferraris y esos que causaron "sensación" en "redes sociales" (causar sensación está sobreestimado y las redes sociales son poco sociales). El hueco en la entrada de mi urbanización todavía está, aunque cueste creerlo, del mismo tamaño. El bote de agua que tiene 30 años, sigue botando. Las alcantarillas siguen inestables... todo sigue igual.

No sé si fue la ciudad que se encogió o fui yo el que crecí. Al principio fue la casa la que vi bajita, el patio no era la selva amazónica que recordaba. La mata de mango no crece hasta cielo. Las escaleras ya no son ese trayecto fastidioso que me daba pereza subir o bajar para buscar algo. Cuando salí de la casa vi que las calles también están más pequeñas. La gran avenida ahora es un pedacito de calle. El tráfico es menor. Hasta la cerveza se tomó una pastilla de chiquitolina. Lo único que sigue siendo del mismo tamaño son los aguacates (palta).

Algunas cosas si cambiaron, el puesto de arepas al que iba a las 2 AM ahora vende hamburguesas. Lo antes era una tienda de ropa ahora es un bodegón, lo que era una casa abandonada ahora es "market". Lo que era una agencia de viajes ahora es una red de farmacias. La iglesia evangélica ahora es una panadería llena de productos árabes. Una nueva economía de comercio, cosas importadas pagadas en dólares, que ahora se usan a plena luz y no en un sobre que le pasabas a escondidas, como si fuera droga.

Después de un par de semanas de trámites burocráticos y personal gubernamental antipático, de estar pendiente de cuando llega el agua para llenar el tanque, de beber y orinar en la calle, de pasarme un semáforo en rojo, me memoricé los nuevos huecos en el asfalto, volvieron mis viejos sobrenombres (Tulio, periko, el raro)... es como si un parte de mi cerebro que no había estado usando en los últimos 5 años volviera.

Muchos amigos se fueron (como yo lo hice), tuve que hacer nuevos para completar mi dosis de panas.

La ciudad son los recuerdos que uno tiene de ella, esta vez volver a Barquisimeto fue verla con otros ojos. Barquisimeto no se encogió, fui yo el que cambió.